Merodean por las comisarías de Los Angeles (EE.UU.) mientras están atentos a la presencia de eventuales roedores. Gracias al programa de una organización local de defensa de los animales, gatos monteses que estaban destinados a morir en los refugios o en las calles de la ciudad tienen a partir de ahora una nueva ocupación.
La asociación Voice for the Animals ha introducido unos cuantos de ellos en muchas comisarías en las que las ratas son un problema. En general, los gatos no las matan, ni a los ratones tampoco, pero dejan su olor, que los hace huir.
Hace casi seis años, unos gatos monteses fueron dejados en un estacionamiento de la comisaría de Wilshire, donde las ratas eran vistas paseando incluso sobre los escritorios de los empleados. “En cuanto tuvimos los gatos desapareció el problema”, explicó en aquel momento a Los Angeles Times el comandante Kirk Albanese. Naturalmente, cuando este policía tomó posesión de su puesto en la comisaría de Foothill, infestado de roedores, llevó con él gatos monteses. “Creo que es una forma muy humana de resolver un problema persistente”, observó.
Los gatos vagabundos no pueden convertirse en animales domésticos. No están acostumbrados al hombre y huyen si éste se les acerca. Jane Garrison, miembro de Voice for the Animals, trabajó en dos refugios para elegir los gatos más salvajes. Éstos fueron esterilizados, vacunados y equipados con un chip electrónico. Después estuvieron un mes en unas grandes jaulas, el tiempo que tardaron en acostumbrarse a su nuevo lugar para vivir. Y empezaron a trabajar.
La asociación Voice for the Animals ha introducido unos cuantos de ellos en muchas comisarías en las que las ratas son un problema. En general, los gatos no las matan, ni a los ratones tampoco, pero dejan su olor, que los hace huir.
Hace casi seis años, unos gatos monteses fueron dejados en un estacionamiento de la comisaría de Wilshire, donde las ratas eran vistas paseando incluso sobre los escritorios de los empleados. “En cuanto tuvimos los gatos desapareció el problema”, explicó en aquel momento a Los Angeles Times el comandante Kirk Albanese. Naturalmente, cuando este policía tomó posesión de su puesto en la comisaría de Foothill, infestado de roedores, llevó con él gatos monteses. “Creo que es una forma muy humana de resolver un problema persistente”, observó.
Los gatos vagabundos no pueden convertirse en animales domésticos. No están acostumbrados al hombre y huyen si éste se les acerca. Jane Garrison, miembro de Voice for the Animals, trabajó en dos refugios para elegir los gatos más salvajes. Éstos fueron esterilizados, vacunados y equipados con un chip electrónico. Después estuvieron un mes en unas grandes jaulas, el tiempo que tardaron en acostumbrarse a su nuevo lugar para vivir. Y empezaron a trabajar.