En EE.UU., muchas tiendas y refugios de animales ofrecen a sus posibles clientes un test de compatibilidad para garantizar que el gato que el futuro propietario viene a comprar encaja perfectamente con su personalidad o situación social.
“La gente viene y dice: ‘yo tenía un gato blanco y negro, y quiero uno que sea así’”, explica Jim Monsma, de la Liga de Defensa Animal de Washington, “pero los gatos no son todos iguales. Tienen personalidades diferentes”.
Para resolver la cuestión, 45 refugios norteamericanos han empezado a utilizar un programa llamado de “compatibilidad felina”, desarrollado por la doctora Emily Weiss, miembro de la Sociedad Americana para la prevención de la crueldad sobre animales.
Dicho programa evalúa una gran variedad de conductas observadas en los gatos y clasifica los resultados en nueve categorías de personalidad que supuestamente corresponden a distintas situaciones y perfiles del comprador. Por su parte, éste contesta un cuestionario, cuyas respuestas se agrupan en un código de color correspondiente a tal o cual tipo de personalidad felina.
Concretamente, para evaluar la personalidad del gato Barnaby, Jim Mosma lo lleva a una sala en la que no ha estado antes y abre su jaula. Barnaby se desplaza por la habitación e inspecciona todo lo que hay en ella y hasta el último rincón. Su “examinador” utiliza un cronómetro para medir el tiempo que Barnaby emplea para interactuar con él, por ejemplo, cuánto tarda en subírsele encima. También observa los sonidos que emite el gato y a qué ritmo guiña los ojos, dos indicadores de sociabilidad, según el test. Acto seguido, le ofrece su mano, algunos juguetes o intenta tomarlo en brazos. Cada reacción del animal recibe una puntuación.
Los resultados de Barnaby son muy buenos: se trata de un gatito muy sociable y que confía en la persona que acaba de conocer.
Las categorías tienen nombres que intentan describir la personalidad de sus miembros. Así, Barnaby es un director de orquesta, mientras que un gatito más tímido e introvertido será un detective privado y otro, un asistente personal.
El objetivo del programa es evitar las divergencias de conducta entre humanos y animales, una de las razones por las que los nuevos dueños devuelven sus gatos a la tienda poco después de haberlos comprado.
Emily Weiss asegura que este método ha permitido aumentar el número de adopciones de gatos en los refugios que lo han probado, entre otros motivos, porque la gente lo encuentra muy divertido.
Las opiniones de los expertos sobre la eficacia del test difieren, subraya la especialista en comportamiento animal Patricia McConnell, quien, de todos modos, aprecia la voluntad de informar sobre las diferencias entre los gatos, estos últimos siempre peor comprendidos que los perros.
“Son animales complicados e interesantes, de vida emocional muy rica y que merecen ser bien tratados”, dice. “Cada test resulta algo limitado, pero es una buena idea preocuparse por la compatibilidad entre un gato y un hogar”.
“La gente viene y dice: ‘yo tenía un gato blanco y negro, y quiero uno que sea así’”, explica Jim Monsma, de la Liga de Defensa Animal de Washington, “pero los gatos no son todos iguales. Tienen personalidades diferentes”.
Para resolver la cuestión, 45 refugios norteamericanos han empezado a utilizar un programa llamado de “compatibilidad felina”, desarrollado por la doctora Emily Weiss, miembro de la Sociedad Americana para la prevención de la crueldad sobre animales.
Dicho programa evalúa una gran variedad de conductas observadas en los gatos y clasifica los resultados en nueve categorías de personalidad que supuestamente corresponden a distintas situaciones y perfiles del comprador. Por su parte, éste contesta un cuestionario, cuyas respuestas se agrupan en un código de color correspondiente a tal o cual tipo de personalidad felina.
Concretamente, para evaluar la personalidad del gato Barnaby, Jim Mosma lo lleva a una sala en la que no ha estado antes y abre su jaula. Barnaby se desplaza por la habitación e inspecciona todo lo que hay en ella y hasta el último rincón. Su “examinador” utiliza un cronómetro para medir el tiempo que Barnaby emplea para interactuar con él, por ejemplo, cuánto tarda en subírsele encima. También observa los sonidos que emite el gato y a qué ritmo guiña los ojos, dos indicadores de sociabilidad, según el test. Acto seguido, le ofrece su mano, algunos juguetes o intenta tomarlo en brazos. Cada reacción del animal recibe una puntuación.
Los resultados de Barnaby son muy buenos: se trata de un gatito muy sociable y que confía en la persona que acaba de conocer.
Las categorías tienen nombres que intentan describir la personalidad de sus miembros. Así, Barnaby es un director de orquesta, mientras que un gatito más tímido e introvertido será un detective privado y otro, un asistente personal.
El objetivo del programa es evitar las divergencias de conducta entre humanos y animales, una de las razones por las que los nuevos dueños devuelven sus gatos a la tienda poco después de haberlos comprado.
Emily Weiss asegura que este método ha permitido aumentar el número de adopciones de gatos en los refugios que lo han probado, entre otros motivos, porque la gente lo encuentra muy divertido.
Las opiniones de los expertos sobre la eficacia del test difieren, subraya la especialista en comportamiento animal Patricia McConnell, quien, de todos modos, aprecia la voluntad de informar sobre las diferencias entre los gatos, estos últimos siempre peor comprendidos que los perros.
“Son animales complicados e interesantes, de vida emocional muy rica y que merecen ser bien tratados”, dice. “Cada test resulta algo limitado, pero es una buena idea preocuparse por la compatibilidad entre un gato y un hogar”.
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