Se llama Kahayag, “luz” en filipino, y pertenece a la dinastía Pithecophaga jefferyi, las águilas come monos. Depredadoras temibles, estas aves están dotadas de un enorme pico, cuerpo perfecto para cazar en la selva y garras fuertes y afiladas como el acero. Frente a estos gigantes de casi dos metros de envergadura, poco y nada pueden hacer los monitos macacos, las ardillas voladoras o los mustélidos que constituyen su alimento.
Pero ya hace mucho tiempo que la pobre Kahayag y sus compañeras han dejado de cazar en las selvas de la isla de Mindanao (Filipinas). Desde que éstas fueron entregadas a los leñadores, durante los años ’60, y ellas perdieron su reino. Hoy Kahayag vive en el Centro que la Philippine Eagle Foundation tiene en plena selva, adonde fue llevada en 1993. Es una de las 36 águilas que la Fundación ha conseguido salvar, y ya ha tenido tres crías, las tres por inseminación artificial. Este Centro, dirigido por Dennis Salvador, es el único lugar del planeta donde puede observarse a este pájaro, que, privado de territorio de caza para alimentarse y de remanso de paz para reproducirse, enfrenta un grave peligro de extinción.
Eddie Juntilla y Bernardino Salarza, cuidadores del Centro, son los creadores de un método de inseminación artificial sin igual en el mundo. Desde hace 14 años, todos los días durante la época de apareamiento, Eddie Juntilla “corteja” a Kahayag exactamente como lo haría un águila macho en la naturaleza: le silba sin cesar la misma melodía, le ofrece hojas para preparar juntos el nido y le lleva presas para demostrarle que será un buen padre. Cuando Kahayag acepta la comida, está lista para la unión y es el momento indicado para que Eddie la insemine artificialmente y comience la espera de los 45 días que han de transcurrir hasta que la “novia” ponga un huevo.
De todas formas, para inseminar a Kayahag hace falta un macho auténtico. Es el turno de Bernardino Salarza de entrar en escena para incitar a Junior, el águila macho, a dar su semen. Junior llegó al Centro en 1984 y es el padre de los tres aguiluchos de Kayahag. Bernardino ha sido su cuidador desde entonces y, sabedor de que las águilas son sumamente sensibles y la menor perturbación hace fracasar cualquier tentativa de reproducción, se maneja con extremada paciencia para recibir el precioso líquido en su mano, calzada con un guante estéril, y aspirarlo con una jeringa.
El trabajo de Eddie y Bernardino es empírico, ya que intentar una inseminación en águilas salvajes despiertas requiere de mucha experiencia y el mayor cuidado: Kahayag y Junior son rapaces salvajes, sus instintos responden a la caza y a la supervivencia, y su pico o sus garras son armas muy poderosas; un paso en falso puede originar un drama.
Gracias al esfuerzo y dedicación de los dos cuidadores, el Centro ya ha visto nacer a 17 aguiluchos, siete de ellos producto de una inseminación artificial.
Pero ya hace mucho tiempo que la pobre Kahayag y sus compañeras han dejado de cazar en las selvas de la isla de Mindanao (Filipinas). Desde que éstas fueron entregadas a los leñadores, durante los años ’60, y ellas perdieron su reino. Hoy Kahayag vive en el Centro que la Philippine Eagle Foundation tiene en plena selva, adonde fue llevada en 1993. Es una de las 36 águilas que la Fundación ha conseguido salvar, y ya ha tenido tres crías, las tres por inseminación artificial. Este Centro, dirigido por Dennis Salvador, es el único lugar del planeta donde puede observarse a este pájaro, que, privado de territorio de caza para alimentarse y de remanso de paz para reproducirse, enfrenta un grave peligro de extinción.
Eddie Juntilla y Bernardino Salarza, cuidadores del Centro, son los creadores de un método de inseminación artificial sin igual en el mundo. Desde hace 14 años, todos los días durante la época de apareamiento, Eddie Juntilla “corteja” a Kahayag exactamente como lo haría un águila macho en la naturaleza: le silba sin cesar la misma melodía, le ofrece hojas para preparar juntos el nido y le lleva presas para demostrarle que será un buen padre. Cuando Kahayag acepta la comida, está lista para la unión y es el momento indicado para que Eddie la insemine artificialmente y comience la espera de los 45 días que han de transcurrir hasta que la “novia” ponga un huevo.
De todas formas, para inseminar a Kayahag hace falta un macho auténtico. Es el turno de Bernardino Salarza de entrar en escena para incitar a Junior, el águila macho, a dar su semen. Junior llegó al Centro en 1984 y es el padre de los tres aguiluchos de Kayahag. Bernardino ha sido su cuidador desde entonces y, sabedor de que las águilas son sumamente sensibles y la menor perturbación hace fracasar cualquier tentativa de reproducción, se maneja con extremada paciencia para recibir el precioso líquido en su mano, calzada con un guante estéril, y aspirarlo con una jeringa.
El trabajo de Eddie y Bernardino es empírico, ya que intentar una inseminación en águilas salvajes despiertas requiere de mucha experiencia y el mayor cuidado: Kahayag y Junior son rapaces salvajes, sus instintos responden a la caza y a la supervivencia, y su pico o sus garras son armas muy poderosas; un paso en falso puede originar un drama.
Gracias al esfuerzo y dedicación de los dos cuidadores, el Centro ya ha visto nacer a 17 aguiluchos, siete de ellos producto de una inseminación artificial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario