Investigadores de la universidad israelita de Tel Aviv acaban de publicar un artículo en la revista Applied Animal Behavior sobre las relaciones entre los perros y los gatos, especialmente cuando ambos viven bajo el mismo techo.
Durante los experimentos, consistentes en alimentarlos y hacerles jugar juntos, los científicos constataron que una misma actitud puede tener interpretaciones opuestas. Por ejemplo, para mostrar alegría y sumisión, un perro agita la cola, reacción que en el gato indica cierta irritación y hasta agresividad.
También observaron que las parejas perro-gato que mejor se llevan son aquellas en las que el gato llegó primero al hogar y el perro se incorporó a la familia con menos de un año, cuando aún era cachorrito.
Esto es así porque el gato está muy apegado a su territorio y le cuesta más adaptarse a un nuevo entorno, con mayor razón si hay un perro cerca. Por su lado, los perros aceptan más fácilmente a los gatos que ya están en la casa, como lo hacen con los niños. En cambio, se ponen celosos cuando hay recién llegados, sean gatos o bebés.
Los investigadores vieron que en las duplas perro-gato mejor constituidas se daban a veces transferencias de actitudes. Por ejemplo, algunos perros que normalmente olfatean el trasero de sus congéneres para conseguir informaciones modifican su conducta y frotan su hocico con el del gato; una especie de beso esquimal practicado comúnmente entre los felinos.
Durante los experimentos, consistentes en alimentarlos y hacerles jugar juntos, los científicos constataron que una misma actitud puede tener interpretaciones opuestas. Por ejemplo, para mostrar alegría y sumisión, un perro agita la cola, reacción que en el gato indica cierta irritación y hasta agresividad.
También observaron que las parejas perro-gato que mejor se llevan son aquellas en las que el gato llegó primero al hogar y el perro se incorporó a la familia con menos de un año, cuando aún era cachorrito.
Esto es así porque el gato está muy apegado a su territorio y le cuesta más adaptarse a un nuevo entorno, con mayor razón si hay un perro cerca. Por su lado, los perros aceptan más fácilmente a los gatos que ya están en la casa, como lo hacen con los niños. En cambio, se ponen celosos cuando hay recién llegados, sean gatos o bebés.
Los investigadores vieron que en las duplas perro-gato mejor constituidas se daban a veces transferencias de actitudes. Por ejemplo, algunos perros que normalmente olfatean el trasero de sus congéneres para conseguir informaciones modifican su conducta y frotan su hocico con el del gato; una especie de beso esquimal practicado comúnmente entre los felinos.
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