En Utsunomiya, al norte de Tokio (Japón), los propietarios del restaurante Kayabukiya han contratado a dos simios para servir las mesas. El más joven, Fuku-chan, sólo tiene dos años de experiencia y su trabajo consiste en ofrecer a los clientes los cócteles para el aperitivo y una tradicional servilleta caliente para limpiarse las manos. Yat-chan, algo mayor y con más práctica, se ocupa de llevar los platos a la mesa y traer lo que le vayan pidiendo.
Yat-chan y Fuku-chan no sufren esclavitud ni abuso, pues las leyes protectoras de animales limitan su trabajo a dos horas diarias. Están todos encantados: los dueños, los clientes y los eficientes camareros, que reciben propinas consistentes en una de sus golosinas preferidas: porotos de soja hervidos.
Yat-chan y Fuku-chan no sufren esclavitud ni abuso, pues las leyes protectoras de animales limitan su trabajo a dos horas diarias. Están todos encantados: los dueños, los clientes y los eficientes camareros, que reciben propinas consistentes en una de sus golosinas preferidas: porotos de soja hervidos.
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