Antaño célebre por sus manadas de elefantes, en Laos, país del sudeste asiático apodado Prathet Lane Xane (País del millón de elefantes), no quedan más de 700 individuos en estado salvaje. “Mucha gente de Asia dice que los elefantes forman parte de su patrimonio nacional”, observa Connie Speight, una militante americana que ha viajado a través de la selva montada en ellos y tiene nueve adoptados. “Pero yo les contesto: era vuestro patrimonio y ¿qué hacéis para protegerlo? En general, muy poco”, concluye esta maestra jubilada de 83 años, que ha regresado a Laos para intentar salvar a los últimos animales de la especie.
Las condiciones de vida de los elefantes laosianos parecen ser mejores que en la mayoría de los otros 12 países donde habita este animal: población escasa y abundantes selvas y bosques. Pero, como en todas partes, es una lucha contra reloj, porque la caza ilegal, la desforestación, los leñadores y los campesinos constituyen una amenaza imparable.
“Si nada cambia, dentro de 10 años la situación será dramática”, advierte Sébastien Duffillot, cofundador de la ONG francesa ElefantAsia. Y añade que, a este ritmo, dentro de 50 años los elefantes laosianos salvajes podrían haber desaparecido.
El año pasado, ElefantAsia organizó el Festival anual del elefante para rendir homenaje a este animal emblemático de Laos, en el que unos 60 paquidermos mostraron durante tres días sus habilidades para transportar madera y participaron en ceremonias budistas y procesiones. Los organizadores expresaron su esperanza de que mediante este festival los dueños de elefantes decidan utilizarlos para la industria turística y no en en la explotación de la madera. Connie Speight, por su parte, espera que otros animales hagan como Mae Dok, uno de sus nueve ahijados, y viajen como embajadores llevándoles libros a los niños escolarizados.
Las condiciones de vida de los elefantes laosianos parecen ser mejores que en la mayoría de los otros 12 países donde habita este animal: población escasa y abundantes selvas y bosques. Pero, como en todas partes, es una lucha contra reloj, porque la caza ilegal, la desforestación, los leñadores y los campesinos constituyen una amenaza imparable.
“Si nada cambia, dentro de 10 años la situación será dramática”, advierte Sébastien Duffillot, cofundador de la ONG francesa ElefantAsia. Y añade que, a este ritmo, dentro de 50 años los elefantes laosianos salvajes podrían haber desaparecido.
El año pasado, ElefantAsia organizó el Festival anual del elefante para rendir homenaje a este animal emblemático de Laos, en el que unos 60 paquidermos mostraron durante tres días sus habilidades para transportar madera y participaron en ceremonias budistas y procesiones. Los organizadores expresaron su esperanza de que mediante este festival los dueños de elefantes decidan utilizarlos para la industria turística y no en en la explotación de la madera. Connie Speight, por su parte, espera que otros animales hagan como Mae Dok, uno de sus nueve ahijados, y viajen como embajadores llevándoles libros a los niños escolarizados.
Tras haber trabajado toda su vida acarreando madera, Mae Dok ha vuelto a vivir como un paquidermo, y se cree que espera un bebé. La señora Speight está llena de alegría ante esta posibilidad, dado el número cada vez menor de hembras en edad de procrear. ElefantAsia adelanta que en 2023 sólo quedarán 46 hembras domesticadas menores de 20 años.
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