“¡Los chim-pan-cés son nues-tros primos!”. Con el megáfono en la boca y cantando, el director de una compañía de teatro da comienzo a un espectáculo inédito, organizado en plena selva virgen de Costa de Marfil para colaborar en la protección de estos monos, que se encuentran en serio peligro de extinción.
Port Gentil, un pueblecito agrícola vecino del parque nacional de Taï, patrimonio mundial de la Unesco, recibe bajo un cielo pálido a la compañía Ymako Téatry con su espectáculo “Nuestros primos de la selva”, en el que actores profesionales cuentan la historia de dos familias que se disputan el cuerpo de un chimpancé muerto. Una de ellas venera al primate y otra lo caza por su carne. La primera ganará la batalla y preparará el cuerpo del chimpancé para celebrar sus funerales, porque ha comprendido que este animal es muy parecido al hombre.
“Es un buen espectáculo, me he dado cuenta de que hay que proteger a los chimpancés, que son como parientes nuestros”, comenta Yao Kouassi, un campesino del lugar.
La población de estos simios en Costa de Marfil, la mayor del oeste de África, ha descendido casi 90% en pocos años, lo que genera una grave amenaza para la selva que este mono contribuye a salvaguardar, según advierten los expertos.
“Como en África existe una cultura oral, utilizamos el teatro para promover la protección de los chimpancés y de la selva”, explica Ilka Herbinger, directora de la Fundación para los chimpancés salvajes (WCF) y madre de la idea. Y añade que los resultados de un estudio sociológico realizado entre los vecinos del parque antes y después del espectáculo muestran un claro aumento de conocimientos sobre los chimpancés. “Ahora los encuentran inteligentes y muy semejantes a nosotros, cuando antes los calificaban de feos y malos”.
El mismo estudio estima que actualmente apenas llega a 1% la cantidad de personas dispuestas a comer carne de chimpancé, contra 70% de antes de la campaña.
Esta iniciativa ha contado con el apoyo de muchas familias de la región que veneran a los grandes monos desde hace muchas generaciones. “El chimpancé es nuestro hermano”, dice Joseph Bly, jefe de la familia Sohouo de Douably, uno de los poblados cercanos al parque. “No comemos su carne, no lo cazamos y le damos la sepultura digna de un hombre cuando lo encontramos muerto”, prosigue, al tiempo que reclama “la implementación de una ley nacional de protección de los chimpancés”.
Mientras, los especialistas de la fauna han solicitado de la Oficina marfileña de parques y reservas (OIPR), que administra la fauna y la flora protegidas del país, la puesta en marcha de un programa de desarrollo agrícola alrededor del parque, indispensable, dicen, para frenar la desaparición de estos grandes primates.
Port Gentil, un pueblecito agrícola vecino del parque nacional de Taï, patrimonio mundial de la Unesco, recibe bajo un cielo pálido a la compañía Ymako Téatry con su espectáculo “Nuestros primos de la selva”, en el que actores profesionales cuentan la historia de dos familias que se disputan el cuerpo de un chimpancé muerto. Una de ellas venera al primate y otra lo caza por su carne. La primera ganará la batalla y preparará el cuerpo del chimpancé para celebrar sus funerales, porque ha comprendido que este animal es muy parecido al hombre.
“Es un buen espectáculo, me he dado cuenta de que hay que proteger a los chimpancés, que son como parientes nuestros”, comenta Yao Kouassi, un campesino del lugar.
La población de estos simios en Costa de Marfil, la mayor del oeste de África, ha descendido casi 90% en pocos años, lo que genera una grave amenaza para la selva que este mono contribuye a salvaguardar, según advierten los expertos.
“Como en África existe una cultura oral, utilizamos el teatro para promover la protección de los chimpancés y de la selva”, explica Ilka Herbinger, directora de la Fundación para los chimpancés salvajes (WCF) y madre de la idea. Y añade que los resultados de un estudio sociológico realizado entre los vecinos del parque antes y después del espectáculo muestran un claro aumento de conocimientos sobre los chimpancés. “Ahora los encuentran inteligentes y muy semejantes a nosotros, cuando antes los calificaban de feos y malos”.
El mismo estudio estima que actualmente apenas llega a 1% la cantidad de personas dispuestas a comer carne de chimpancé, contra 70% de antes de la campaña.
Esta iniciativa ha contado con el apoyo de muchas familias de la región que veneran a los grandes monos desde hace muchas generaciones. “El chimpancé es nuestro hermano”, dice Joseph Bly, jefe de la familia Sohouo de Douably, uno de los poblados cercanos al parque. “No comemos su carne, no lo cazamos y le damos la sepultura digna de un hombre cuando lo encontramos muerto”, prosigue, al tiempo que reclama “la implementación de una ley nacional de protección de los chimpancés”.
Mientras, los especialistas de la fauna han solicitado de la Oficina marfileña de parques y reservas (OIPR), que administra la fauna y la flora protegidas del país, la puesta en marcha de un programa de desarrollo agrícola alrededor del parque, indispensable, dicen, para frenar la desaparición de estos grandes primates.
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