miércoles, abril 09, 2008

Amigo de los tiburones



La película Los Señores del Mar (Sharkwater), estrenada hoy en Francia, es una convencida defensa de la amenazada especie de los tiburones, víctimas de su mala reputación y de la desmesurada demanda asiática de sus aletas para preparar la conocida sopa.
“Cada año se matan millones de tiburones; dentro de 5 o 10 años habrán desaparecido muchas especies de este animal”, se lamenta Rob Stewart, director del film.
Muy triste situación para un animal que apareció hace más de 400 millones de años, mucho antes que los dinosaurios, y que ha sobrevivido a cinco grandes crisis de extinción de especies.
La película empieza con hermosas imágenes de escualos evolucionando en el grand bleu (océano), indiferentes a los submarinistas que los rodean. “Empecé el rodaje hace seis años, cuando tenía 22”, explica Rob Stewart, que además es biólogo y fotógrafo submarino. “Al principio, sólo quería hacer un documental bonito”, añade. Pero se unió a los miembros de la Sea Shepherd Conservation Society, fundada por Paul Watson, un ex de Greenpeace, y embarcó con ellos en el Ocean Warrior para una campaña contra la pesca ilegal de tiburones en aguas de Costa Rica y Ecuador.
El documental se transformó entonces en una película de acción, con una rocambolesca carrera-persecución entre pescadores y ecologistas en pleno océano Pacífico.
La cámara hace hincapié en los tiburones que son izados a bordo, los pescadores que les rebanan las aletas y los devuelven al agua, todavía vivos durante algunas horas o algunos días de agonía. Imposibilitados para nadar, se desangran y mueren lentamente, asfixiándose.
“La aleta reporta mucho dinero, unos U$S 500 por kilo, pero la carne del tiburón no vale gran cosa”, explica Rob Stewart. Por eso los pescadores sólo se quedan con las aletas, que ponen a secar al sol, y desestiman el resto, que habría que conservar en cámaras refrigeradas.
La aleta de tiburón es una exquisitez tradicional en Asia –sobre todo, en China–, cuya sopa se suele servir en las bodas. La demanda se ha disparado estos últimos años, y cuanto más escasean los tiburones, más dinero deja su pesca. Rob Stewart se indigna porque estos animales no están protegidos por la reglamentación internacional; incluso fue rechazada una petición en ese sentido durante la última conferencia celebrada por la CITES (Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas), en junio de 2007. Y observa que los elefantes y los cocodrilos, que matan anualmente a más personas que los tiburones, están protegidos.
“He pasado miles de horas bajo el agua con tiburones y nunca fui atacado”, defiende Rob Stewart; y denuncia la imagen que han dado de este animal películas como Tiburón.
Difícil, según él, imaginarse el planeta sin los tiburones, que juegan un papel crucial en el equilibrio de los ecosistemas marinos.
Está seguro del éxito que tendrá su película en Francia. “Hemos tenido al comandante Cousteau y el Grand Bleu (film de Luc Besson); aquí la gente tiene una historia de amor con el océano”.

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