En el zoo de Amnéville (Francia), los viejos lobos tienen su propio geriátrico, un recinto natural al que los visitantes del parque no pueden acceder ni siquiera visualmente y donde los animales terminan sus vidas en paz y bien cuidados, alejados de ruidos y sobresaltos. Dos veces por día, sus cuidadores les llevan comida y verifican si alguno sufre alguna molestia. Uno de ellos, “Chausette”, empieza a temblar de miedo cuando oye llegar a los visitantes, quienes, ignorantes de su existencia, no disimulan risas ni exclamaciones mientras observan y admiran a los otros habitantes del zoológico. “El lobo es, sin duda, el más tímido de los predadores ante el ser humano, porque ha sido el más cazado y ahuyentado por éste. Hoy, el simple acto de arrojarles comida les infunde temor”, cuenta Michel Louis, fundador y director del zoo. Estos lobos viejecitos padecen de artritis y otros achaques, algunos están ciegos y se topan entre sí… “Tenemos como principio no practicarle la eutanasia a un animal porque ya esté viejo. Sólo lo hacemos si sufre”, afirma Michel Louis. En Amnéville, los lobos envejecen tan mimados que se extinguen a edades faraónicas: si su media de vida en la naturaleza no supera los ocho años, no es extraño que en su particular geriátrico cumplan quince primaveras.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario