Nacer a pesar de todo

El quebrantahuesos debe su nombre a su peculiar técnica para alimentarse: como su dieta consiste sobre todo en la médula de los huesos de animales muertos, espera pacientemente a que el resto de especies carroñeras terminen de almorzar y busca los mejores huesos, remonta vuelo con ellos y luego los estrella contra piedras o suelos rocosos para romperlos y extraer el tuétano. El nombre científico, Gypaetus Barbatus, describe muchas de sus características: en griego, gyp significa buitre; aetus, águila; y barbatus, barba, en latín. Efectivamente, es carroñero como el buitre; su silueta en vuelo recuerda a la del águila y luce un manojito de plumas a moso de barba bajo el gaznate. Su especie está en grave peligro de extinción y ha desaparecido de muchos lugares donde antes abundaba; por eso, cada nacimiento que se conoce constituye un gran motivo de alegría. Es el caso de Melchor, que cumple hoy cinco meses y los festeja en libertad, pues fue reintroducido en los Alpes austriacos el pasado 13 de julio. Melchor nació en Francia, en la halconería del parque Puy-du-Fou, y es la primera vez que un quebrantahuesos ve la luz en un zoológico de ese país. Los antecedentes de sus padres, Martine y Gygy, hacían creer que no tendrían crías, ya que Martine, nacida en el zoo de Nuremberg (Alemania) y criada en un aviario privado, había sido alimentada manualmente, técnica que perjudica la reproducción; por otra parte, se creía que Gygy era estéril a causa de una intoxicación con plomo provocada por los 24 perdigones que quedaron en su organismo tras haberse comido unas ratas almizcleras muertas por los disparos que habían recibido en aguas pantanosas, lo que, además, exigió una delicada operación de emergencia. Este cúmulo de factores negativos hicieron del nacimiento de Melchor, salido del primer huevo que puso su mamá, un gran acontecimiento ornitológico. Y de su liberación en la vida salvaje, una esperanza más para la continuidad de la especie.