Spetim Saciri es el inventor de una dentadura para perros que les impide morder. Orgulloso de su creación, asegura haber salvado a la humanidad de las mordeduras y al universo canino del bozal. Su protección anti mordiscos, dos cascos de termoplástico que se colocan a ambos extremos de las mandíbulas del can, imposibilita que éste cierre la boca completamente, y al mojarse con la saliva, se desliza a lo largo de la piel de la víctima sin perforarla; como mucho, se producirá un hemotama… o un dedo roto, en el peor de los casos. La idea se le ocurrió en 2005, cuando Suiza entera se horrorizó ante la muerte de un pequeño de 5 años causada por las dentelladas de dos rottweilers; al poco tiempo, la presión de la opinión pública hizo obligatorio el uso del bozal en la vía pública para todo tipo de perros, incluidos los más inofensivos. Spetim Saciri no quería que Sunny, su rottweiler, tuviera que llevarlo, ya que según sus propias palabras, “el bozal aterroriza a los perros, es una auténtica tortura que no les deja respirar bien; los traumatiza de por vida y los vuelve agresivos”. Con ayuda de su mujer, técnica dental, desarrolló un dispositivo que “a diferencia del bozal, no molesta al usuario”, asegura , contento de brindarle al animal “libertad y respeto, poque la dentadura no toca las encías: puede comer, beber y jugar a la pelota ”.
El inventor reconoce que en algunos casos es necesario un pequeño período de adaptación: “Aconsejo dejar la dentadura al lado de la puerta. Hay que explicarle al perro que si quiere salir tiene que ponérsela; al cabo de tres días, él mismo se la acomoda al cerrar la boca”. Pero, como medida de seguridad, no puede sacársela él solo, ya que mediante un efecto de vacío de aire, el aparato se pega a los caninos.
El precio oscila entre 80 y 120 francos suizos (67 a 82 dólares), según la talla, y existe en azul o naranja flúo, colores muy llamativos destinados a los transeúntes que tienen miedo de los perros.
Sobrepasado por los pedidos que le llegan de todo el mundo vía Internet, el señor Sacifi proyecta pasar a la etapa industrial a principios de 2008 con ayuda de un socio capitalista. Cree firmemente en el éxito del emprendimiento, sobre todo, ante el aumento de casos de mordeduras graves en distintos países: “Los dueños de animales no quieren correr el riesgo de la muerte por eutanasia cuando éstos muerden gravemente a alguien. Tampoco quieren ponerles bozal, y muchos prefieren pagar la multa correspondiente y llevar de paseo a sus perros sin él”.
El inventor reconoce que en algunos casos es necesario un pequeño período de adaptación: “Aconsejo dejar la dentadura al lado de la puerta. Hay que explicarle al perro que si quiere salir tiene que ponérsela; al cabo de tres días, él mismo se la acomoda al cerrar la boca”. Pero, como medida de seguridad, no puede sacársela él solo, ya que mediante un efecto de vacío de aire, el aparato se pega a los caninos.
El precio oscila entre 80 y 120 francos suizos (67 a 82 dólares), según la talla, y existe en azul o naranja flúo, colores muy llamativos destinados a los transeúntes que tienen miedo de los perros.
Sobrepasado por los pedidos que le llegan de todo el mundo vía Internet, el señor Sacifi proyecta pasar a la etapa industrial a principios de 2008 con ayuda de un socio capitalista. Cree firmemente en el éxito del emprendimiento, sobre todo, ante el aumento de casos de mordeduras graves en distintos países: “Los dueños de animales no quieren correr el riesgo de la muerte por eutanasia cuando éstos muerden gravemente a alguien. Tampoco quieren ponerles bozal, y muchos prefieren pagar la multa correspondiente y llevar de paseo a sus perros sin él”.
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