¿Falta de tiempo o de sitio para tener un perro? Alquílelo... Es lo que propone en Los Angeles y San Diego (California, EE.UU.) FlexPetz, una iniciativa de Marlena Cervantes, terapeuta conductista, a quien se le ocurrió la idea de montar esta empresa cuando trabajaba con niños autistas y mascotas.
Marlena asegura que no se trata de alquilar un perro como una película en el videoclub; prefiere hablar de propiedad en tiempo compartido. "Nuestros abonados son personas responsables; saben que no pueden tener un perro a tiempo completo, que eso no sería justo para él", precisa. Y añade: "Gracias a FlexPetz, la gente dejará de adoptar perros y devolverlos al refugio después de comprender que no pueden tener un animal".
Por un abono anual de U$S 99,95, mensual de U$S 49,95 o de U$S 39,95 por día, los clientes pueden compartir uno de los diez compañeros de cuatro patas (lebreles afganos, labradores o terriers Boston) de FlexPetz. Esta suma cubre los gastos de adiestramiento, costos veterinarios, seguros y alojamiento en una perrera especializada entre dos "alquileres".
Shari Gonzales, 22 años, siempre ha tenido espacio en su corazón para un perro. Pero no le queda tiempo tras las muchas horas de clase en la universidad de San Diego y, además ,vive en un pequeño departamento. "No quería que un perro haga pipí por todas partes", explica.
Malena Cervantes la tranquilizó: únicamente se utilizan en el programa perros sociables y equilibrados, y lo ideal es que no tengan más de dos o tres dueños (quienes, por otra parte, reciben un pequeño curso de formación). Finalmente, Shari Gonzales se convencióy Jackpot, un labrador negro, comparte su vida un promedio de un día por semana, sábados o domingos. "No imaginaba que esto fuera posible. Me decía a mí misma que o se tiene un perro o no se tiene", declara. Jackpot duerme en su reducido dos ambientes y ella lo lleva a pasear a parques y playas frecuentadas por otros dueños de perros.
Jenny Goddard, casada y madre de un niño, se felicita por tener un perro uno o dos fines de semana por mes: “Es un estímulo para las salidas familiares”, afirma. Y asegura que “el animal, además, es tan cariñoso y juguetón con nosotros que la gente se sorprende de que sea un perro alquilado”.
Mujeres solas, felices por tener un poco de compañía, marineros frecuentemente ausentes de sus casas o jubilados que viven en residencias donde los perros están prohibidos figuran también entre los clientes de Marlena Cervantes.
Melissa Bain, veterinaria en la universidad de California, no ve objeción a este tipo de empresa, que permitirá evitar el abandono y eutanasia de unos cuantos perros. Teme, sin embargo, que ciertas personas traten al animal como si fuera un mueble, un objeto descartable y no un ser vivo. “Depende de la gente y depende del perro”, dice. Y agrega: “Algunos canes pueden sentirse bien y otros angustiarse por el hecho de ir de hogar en hogar”. Pero Marlena Cervantes manifiesta que, por el contrario, los perros son muy mimados, y que incluso hay gente que se dice al volver a casa: “Yo también puedo adoptar uno".
Marlena asegura que no se trata de alquilar un perro como una película en el videoclub; prefiere hablar de propiedad en tiempo compartido. "Nuestros abonados son personas responsables; saben que no pueden tener un perro a tiempo completo, que eso no sería justo para él", precisa. Y añade: "Gracias a FlexPetz, la gente dejará de adoptar perros y devolverlos al refugio después de comprender que no pueden tener un animal".
Por un abono anual de U$S 99,95, mensual de U$S 49,95 o de U$S 39,95 por día, los clientes pueden compartir uno de los diez compañeros de cuatro patas (lebreles afganos, labradores o terriers Boston) de FlexPetz. Esta suma cubre los gastos de adiestramiento, costos veterinarios, seguros y alojamiento en una perrera especializada entre dos "alquileres".
Shari Gonzales, 22 años, siempre ha tenido espacio en su corazón para un perro. Pero no le queda tiempo tras las muchas horas de clase en la universidad de San Diego y, además ,vive en un pequeño departamento. "No quería que un perro haga pipí por todas partes", explica.
Malena Cervantes la tranquilizó: únicamente se utilizan en el programa perros sociables y equilibrados, y lo ideal es que no tengan más de dos o tres dueños (quienes, por otra parte, reciben un pequeño curso de formación). Finalmente, Shari Gonzales se convencióy Jackpot, un labrador negro, comparte su vida un promedio de un día por semana, sábados o domingos. "No imaginaba que esto fuera posible. Me decía a mí misma que o se tiene un perro o no se tiene", declara. Jackpot duerme en su reducido dos ambientes y ella lo lleva a pasear a parques y playas frecuentadas por otros dueños de perros.
Jenny Goddard, casada y madre de un niño, se felicita por tener un perro uno o dos fines de semana por mes: “Es un estímulo para las salidas familiares”, afirma. Y asegura que “el animal, además, es tan cariñoso y juguetón con nosotros que la gente se sorprende de que sea un perro alquilado”.
Mujeres solas, felices por tener un poco de compañía, marineros frecuentemente ausentes de sus casas o jubilados que viven en residencias donde los perros están prohibidos figuran también entre los clientes de Marlena Cervantes.
Melissa Bain, veterinaria en la universidad de California, no ve objeción a este tipo de empresa, que permitirá evitar el abandono y eutanasia de unos cuantos perros. Teme, sin embargo, que ciertas personas traten al animal como si fuera un mueble, un objeto descartable y no un ser vivo. “Depende de la gente y depende del perro”, dice. Y agrega: “Algunos canes pueden sentirse bien y otros angustiarse por el hecho de ir de hogar en hogar”. Pero Marlena Cervantes manifiesta que, por el contrario, los perros son muy mimados, y que incluso hay gente que se dice al volver a casa: “Yo también puedo adoptar uno".
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