Para Mary Nacey, cuidar ardillas es un privilegio. Vive en San Carlos (norte de California, EE.UU.), y ya se ha ocupado de casi 150 ardillitas bebés abandonadas por sus madres. Las alimenta con biberones, les pone nombre y repara los daños que causan.
“Son criaturas de Dios”, explica esta voluntaria de una sociedad protectora de animales. “Han sido creadas con un propósito. Se parecen mucho a nosotros, porque ellas también tienen personalidades distintas”.
Con Jim, su marido, salva a numerosas ardillas caídas del nido y que apenas tienen quince días. Las cuidan durante seis semanas, hasta su completo destete, y las llevan un corto tiempo a la pajarera de la sociedad antes de devolverlas a la naturaleza.
Aunque su misión le exige mucho tiempo, Mary Nacey prefiere ocuparse de estos bebés y obsevarlos antes que ir al cine o al restaurante. No puede evitar la tristeza al verlas partir: “Son como pequeños personajes de Walt Disney. Cada uno de ellos es único”, expresa.
“Son criaturas de Dios”, explica esta voluntaria de una sociedad protectora de animales. “Han sido creadas con un propósito. Se parecen mucho a nosotros, porque ellas también tienen personalidades distintas”.
Con Jim, su marido, salva a numerosas ardillas caídas del nido y que apenas tienen quince días. Las cuidan durante seis semanas, hasta su completo destete, y las llevan un corto tiempo a la pajarera de la sociedad antes de devolverlas a la naturaleza.
Aunque su misión le exige mucho tiempo, Mary Nacey prefiere ocuparse de estos bebés y obsevarlos antes que ir al cine o al restaurante. No puede evitar la tristeza al verlas partir: “Son como pequeños personajes de Walt Disney. Cada uno de ellos es único”, expresa.
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