Las primeras proezas efectuadas por animales de las que se tiene registro fueron las que realizaron en los circos romanos. En aquel entonces, los más aplaudidos eran los osos y elefantes, que caminaban sobre sus patas traseras, aunque algunos animales exóticos también supieron entusiasmar a los espectadores, como los monos, que sorprendían al público con sus mímicas graciosas, o las aves de presa, impresionantes en sus vuelos espectaculares.
Mas adelante, en el siglo XVIII, fueron muy apreciadas las actuaciones de los caballos, que corrían bajo el capitel dando prueba de una gran aplicación en la ejecución de sus números.
En 1831, Henri Martin, uno de los domadores más valientes del momento, hizo temblar a más de un espectador mientras evolucionaba por la pista entre leones en libertad. Aun más temerario, el americano Van Amburg metía su cabeza entre las fauces del rey de la selva.
Pero para conseguir lo que querían, los domadores de esa época solían ser brutales con los animales que adiestraban, hasta que a finales de 1800, un alemán, Carl Hagenbeck, desarrolló una técnica para domesticarlos basada en la confianza, los gestos repetitivos y las órdenes verbales, que se expandió rápidamente por todo el mundo.
Actualmente, delfines, orcas y otarios son los favoritos de los espectáculos animales. Algunos de ellos fueron –y son– protagonistas en el cine, como Rin Tin Tin, Lassie, Chita, Mr. Ed y tantos otros que se transformaron en verdaderas estrellas de la pantalla, y con los que cada vez se extreman los cuidados cuando hay que rodar escenas de riesgo. Por ejemplo, mediante una orden verbal se puede lograr que el animal-actor simule una caída y no se lastime. En cambio, en tiempos pasados se hacía tropezar a los caballos tendiendo una cuerda para cortarles el camino.
Pero, a pesar de la gran mejora en el trato y en las condiciones de vida de estos “artistas”, la presencia de animales en circos y espectáculos sigue siendo objeto de protestas por parte de numerosas asociaciones de defensa animal.
Mas adelante, en el siglo XVIII, fueron muy apreciadas las actuaciones de los caballos, que corrían bajo el capitel dando prueba de una gran aplicación en la ejecución de sus números.
En 1831, Henri Martin, uno de los domadores más valientes del momento, hizo temblar a más de un espectador mientras evolucionaba por la pista entre leones en libertad. Aun más temerario, el americano Van Amburg metía su cabeza entre las fauces del rey de la selva.
Pero para conseguir lo que querían, los domadores de esa época solían ser brutales con los animales que adiestraban, hasta que a finales de 1800, un alemán, Carl Hagenbeck, desarrolló una técnica para domesticarlos basada en la confianza, los gestos repetitivos y las órdenes verbales, que se expandió rápidamente por todo el mundo.
Actualmente, delfines, orcas y otarios son los favoritos de los espectáculos animales. Algunos de ellos fueron –y son– protagonistas en el cine, como Rin Tin Tin, Lassie, Chita, Mr. Ed y tantos otros que se transformaron en verdaderas estrellas de la pantalla, y con los que cada vez se extreman los cuidados cuando hay que rodar escenas de riesgo. Por ejemplo, mediante una orden verbal se puede lograr que el animal-actor simule una caída y no se lastime. En cambio, en tiempos pasados se hacía tropezar a los caballos tendiendo una cuerda para cortarles el camino.
Pero, a pesar de la gran mejora en el trato y en las condiciones de vida de estos “artistas”, la presencia de animales en circos y espectáculos sigue siendo objeto de protestas por parte de numerosas asociaciones de defensa animal.
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