A pesar de vivir en una tranquila isla del fin del mundo, el diablo de Tasmania, pequeño marsupial carnívoro del sur de Australia, no escapa de la polución química. Un reciente estudio efectuado por el Instituto Nacional de Medida sobre animales de esta especie vivos o muertos ha descubierto niveles “altos” y “relativamente altos” de hexabromobifenilo y de decabromobifenilo en el tejido graso de los marsupiales. Se sospecha que estos productos químicos, utilizados como retardadores de llama para obstaculizar la propagación de las llamas, son cancerígenos y provocan alteraciones en los sistemas inmunitario y nervioso.
El descubrimiento le interesa mucho a la comunidad científica australiana, que hace años intenta comprender las causas de los tumores faciales que frecuentemente aquejan a los diablos de Tasmania. La enfermedad, detectada en 1996, ha matado desde entonces a más de la mitad de la población de estos animales.
Según Warwick Brennan, portavoz del proyecto gubernamental “Salvemos al diablo de Tasmania” y responsable del estudio, “aún es demasiado pronto para decir si estos compuestos químicos juegan un papel en el desarrollo de los tumores”. Y el especialista en toxicología ambiental de la universidad australiana de Nueva Gales del Sur, Christian Khalil, observa que “de hecho, podría haber un efecto acumulativo con otros productos químicos”, cuestión que está siendo analizada actualmente.
Pero estos datos preocupan a los especialistas del medio ambiente, además, por lo que implican para el hombre. Tasmania es una isla de 65.000 km² al sur de Melbourne, relativamente protegida y muy poco industrial, por lo que “resulta muy extraño encontrar semejantes niveles de contaminación”, afirma Mariann Lloyd-Smith, copresidente de la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes Orgánicos Persistentes (POP).
“Esto muestra a qué punto estos compuestos pueden trasladrase lejos en la atmósfera”, añade. Anteriormente se habían descubierto en animales polares niveles similares de contaminación por contaminantes químicos, prueba de que estos productos pueden afectar a una fauna que viva lejos de la fuente de contaminación.
La POP ha pedido que se efectúen estudios en los tasmanianos, pues se cree que los retardadores de llama pueden causar enfermedades tiroideas y perjudicar el sistema reproductor; además, se los relaciona con determinados tipos de cáncer en algunos roedores, aunque no exista aún la seguridad de que sean cancerígenos para el hombre.
El descubrimiento le interesa mucho a la comunidad científica australiana, que hace años intenta comprender las causas de los tumores faciales que frecuentemente aquejan a los diablos de Tasmania. La enfermedad, detectada en 1996, ha matado desde entonces a más de la mitad de la población de estos animales.
Según Warwick Brennan, portavoz del proyecto gubernamental “Salvemos al diablo de Tasmania” y responsable del estudio, “aún es demasiado pronto para decir si estos compuestos químicos juegan un papel en el desarrollo de los tumores”. Y el especialista en toxicología ambiental de la universidad australiana de Nueva Gales del Sur, Christian Khalil, observa que “de hecho, podría haber un efecto acumulativo con otros productos químicos”, cuestión que está siendo analizada actualmente.
Pero estos datos preocupan a los especialistas del medio ambiente, además, por lo que implican para el hombre. Tasmania es una isla de 65.000 km² al sur de Melbourne, relativamente protegida y muy poco industrial, por lo que “resulta muy extraño encontrar semejantes niveles de contaminación”, afirma Mariann Lloyd-Smith, copresidente de la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes Orgánicos Persistentes (POP).
“Esto muestra a qué punto estos compuestos pueden trasladrase lejos en la atmósfera”, añade. Anteriormente se habían descubierto en animales polares niveles similares de contaminación por contaminantes químicos, prueba de que estos productos pueden afectar a una fauna que viva lejos de la fuente de contaminación.
La POP ha pedido que se efectúen estudios en los tasmanianos, pues se cree que los retardadores de llama pueden causar enfermedades tiroideas y perjudicar el sistema reproductor; además, se los relaciona con determinados tipos de cáncer en algunos roedores, aunque no exista aún la seguridad de que sean cancerígenos para el hombre.
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