Ellos son Léa, Camille, Philippe, Alex, Michäel, Sabrina, Véronique y Johannie. Los domingos por la tarde, haga buen o mal tiempo, acuden sin falta a su cita con Billy, Flicka, Kashmir y Toby, en la Fundación de Terapia Ecuestre Los Nuevos Jinetes, de Bromont (Québec, Canadá). Estos niños tienen entre 7 y 18 años, y la mayoría sufre un déficit motor cerebral o las secuelas de un traumatismo craneal. Desde que practican equitación, los cambios son notables, todos los padres opinan lo mismo. "Tiene mucho más tono muscular que al principio. Esto incluso lo ha ayudado a andar", cuentan los padres de Alex, un muchachito seriamente discapacitado que ya lleva 12 sesiones en Los Nuevos Jinetes.
Lo mágico de la equinoterapia es que, además del contacto privilegiado que establecen con los animales, los niños desarrollan sus aptitudes motrices y refuerzan todos sus miembros sin darse cuenta. El placer les hace olvidar completamente que siguen un tratamiento y que "trabajan" su cuerpo. El instructor, en colaboración con fisioterapeutas y ergoterapeutas, jinetes expertos y voluntarios, sigue un programa de ejercicios para mejorar equilibrio, reflejos y motricidad. Gracias al caballo, es posible simular movimientos irreproducibles en un gimnasio. Las reacciones de los músculos de un niño subido a un caballo que va al paso son exactamente las mismas que las generadas por la marcha.
"Giramos a la derecha, levantamos las nalgas, apretamos los muslos, nos mantenemos bien rectos", les va indicando Silvia, voluntaria en la Fundación, secundada por dos terapeutas especializados...
Y ni hablar de los avances en cuanto a confianza, autoestima y autonomía social. "Camille ha progresado mucho desde que viene aquí. Está más segura de sí misma. Tiene miedo de muchas cosas mi Camille, pero no de los caballos, y cada vez teme menos a los perros", explica su mamá.
Johannie, por su parte, se esfuerza todo lo que puede en su recuperación. Fue atropellada por un conductor ebrio y sufrió un traumatismo de cráneo que la dejó en coma durante seis meses y le ocasionó la pérdida de movilidad en ambas piernas. Está convencida de que podrá volver a caminar. Si eso sucede algún día, será en gran parte gracias a todos los voluntarios que desde 1991 se dedican con entusiasmo a estos niños. Y, sobre todo, gracias a los caballos, que parecen saber instintivamente que sus jóvenes jinetes los necesitan para seguir adelante con su vida.
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